Acompañado

Me desperté en una de las casa viejas de Higueras. No quería despertarme, pero me desperté, me vestí y junto a mi mamá y mis dos tías, Tere y Tita; tocábamos el timbre de mi tía Lupina. Nos recibió de una manera apresurada a servirnos, y no pregunto si quería una soda, sólo me la dio.
Mi mamá hablaba por teléfono con mis hermanos y mis tías hablaban del trabajo de Lupina, de Jesús, de Gringo, Alicia, Rosaura, Valentín, fotos de la familia por parte de los Vidaurrí, el gobernador, la nueva tele de Lupina, sus nietos, Chacho, la enfermedad de su esposa, la tristeza. Luego mi mamá acabó su conversación por teléfono y hablo con mis tías. de Gringo, la casa, Alicia Rosaura, Valentín, sus tristezas, lo colorado se su piel, los nuevos sofás de Lupina, Chacho, Toño, Trabajar.
Yo estaba sentado acabándome las hojarascas y viendo la tele apagada de mi Tía, me veía en el reflejo, movía mis manos para ver cómo se movían en la tele. Y así fue por 20 minutos volteé a ver a mis tías. Mi tía Tere hablo de su esposo difunto y el casino junto con Tita. Volteé al televisor por otros 5 minutos.
Mamá hablo por teléfono, escuché a un Jaime, el nombre de Debanhi. Volteé y vi mi tía felicitando a Lupina por lo trabajadora que es y por sus hijos y nietos. Dijo textualmente después de felicitarla “Porque mírame a mí, yo no tengo ni quien me levante cuando sea vieja, ni quien me recuerde”. Vi su ojo izquierdo humedecerse. Y le dije: “Toda persona que trabaja tiene el derecho de ser recordada”.
Mamá cuelga el celular y le habla de Cristina y Regina, su quinceaños, que hablo con Jaime, que se encuentra bien, que ahí anda trabajando, de Lulú, Hortensia, Mauro, Beto, Chacho, una foto, la casa.

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